¿Para
qué sirve un taller de orientación profesional?
El joven después del viaje de Egresados, debe decidir sobre
su futuro. Se encuentra angustiado porque sabe que su elección
va a cambiar el rumbo de su vida. Se ve obligado a proyectarse
hacia delante e interrogarse, ¿quién quiero ser?
¿cómo quiero vivir? No son preguntas fáciles
de responder.
Es
muy común que cuando alguien se siente incapaz de pensar
por sí mismo, recurra a otros, un profesional, un amigo,
un familiar para que le dé una respuesta. Pero lo cierto
es que nadie puede elegir por otro. Sería un gran error
autorizar a alguien a elegir por uno y, por otra parte, un atrevimiento
irresponsable de quien aceptara hacerlo. La orientación
vocacional no puede ahorrar todos estos dilemas, pero sí
puede ayudar a resolverlos.
¿Cómo
funcionan estos talleres?
A
grandes rasgos, existen dos líneas de trabajo:
Una
en la que se trabaja, brindando información sobre
las universidades, las facultades, las carreras, las materias,
la vida universitaria en sí misma, y las posibilidades
en el mercado laboral para cada profesión, hoy y dentro
de cinco años.
Y
otra en la que se trabaja acerca de qué quiero
yo para mí. Se elabora un proyecto propio relacionado
con la vocación, se analizan las determinaciones externas
(familiares y sociales), los deseos y fantasías personales
y, fundamentalmente, la viabilidad de lo que se pretende, en función
de lo que se puede.
Los
talleres nos proponen distintas consignas y actividades que servirán
como disparadores para luego poder extraer información
y sacar nuestras propias conclusiones.
Este
nivel descriptivo deja afuera todo lo que no se ve de lo que sucede
en un taller.
Se
trabaja sobre dos dimensiones, una grupal y otra personal. En
la primera, se analizan las identificaciones entre los miembros
del grupo, las preguntas que hacen los demás, sus planteos,
sus historias personales, los distintos roles que van surgiendo
y que cada uno asume, los canales de comunicación que se
van creando, la puesta en común de las angustias y las
imágenes interiores. En la segunda dimensión, se
estudia las modificaciones que todo esto produce en cada uno,
de acuerdo a su historia personal, sus temores y sus condicionantes.
En
conclusión, la función de un taller de orientación
vocacional es crear un espacio favorable para que los participantes
pongan a trabajar sus preguntas y sus dudas, y se hagan posibles
nuevas lecturas e interpretaciones. Se trata de que los consultantes
asuman una posición activa en relación con su decisión
vocacional, facilitándoles las herramientas adecuadas y
guiándolos en la maraña de incertidumbres que los
confunde.
El rol del orientador vocacional
El
orientador va a acompañar el proceso de búsqueda,
va a propiciar un trabajo de investigación sobre cada cual,
va a asesorar sobre la información acerca de las carreras,
las universidades, las posibilidades de formación, la vialidad
del proyecto.
Su
función consiste en abstenerse de encontrar un significado
que dé una respuesta absoluta. Su maniobra es generar un
espacio y un tiempo a fin de que surjan cuáles son las
constelaciones que están en juego y de qué manera
se van transformando y articulando, para que la verdad se vuelva
evidente para el joven.
No
se trata de un "saber" del profesional acerca de lo
que ese joven tiene que hacer de su vida, sino de un saber
guiarlo con el objetivo de que pueda extraer sus respuestas y
que sea él quien realmente tome la decisión.
El
trabajo de la elección vocacional puede compartirse con
el grupo de pares, con la familia, en el colegio. Conversar, preguntar,
observar, informarse, dirigirse a las instituciones educativas,
participar de charlas, acercarse a los lugares donde se trabaja
o en donde circulan los profesionales del área. Todo esto
es muy importante. Pero la base de todo ello debe ser una profunda
introspección y cuestionamiento, de lo que cada uno quiere
para sí, sus expectativas personales y proyectos futuros,
tratando de despejar las influencias de los "mandatos"
familiares y sociales que pueden oscurecer los deseos propios.
La
decisión debe tomarse en congruencia con las expectativas
personales y en el mercado de la realidad económico-social
que vivimos.
Muchas
veces este proceso se lleva a cabo espontáneamente, sin
la intervención de profesionales especializados en el tema.
En cambio, en muchas otras, es necesario una consulta. Como las
demandas con las que llegan los consultantes son muy variadas,
la modalidad de trabajo más apropiada debe definirse de
acuerdo con cada caso (entrevistas individuales, talleres de trabajo
o talleres de asesoramiento informativo).
Pero
independientemente de la metodología, la función
del orientador será devolver al sujeto su capacidad de
elección para que pueda usar su libertad escuchando su
deseo y advirtiendo los propios límites.