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¿Me voy
o me quedo?

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Por Viviana Berger y Angel Apolo (*)

La angustia y el desconcierto frente a la crisis lleva a tomar decisiones impulsivas, buscando salidas mágicas o inmediatas. La "solución" más frecuente fue "vía Ezeiza". En los primeros ocho meses de 2002, se multiplicó por diez la cifra de argentinos que emigraban, respecto de 1999. Hoy las aguas están algo más calmas, pero la idea sigue torturando a más de uno.. ¿con qué marco se toma una decisión de tal envergadura? Reflexiones y dos historias reales.

Actualmente, las posibilidades del mercado laboral, la empleabilidad y la planificación de una carrera profesional ya no tienen el mismo color que tenían a mediados de los 90. En lo que respecta a nuestra franja de jóvenes profesionales el paisaje se presenta como un gran desierto al que se ha llegado después de una sacrificada travesía por la universidad y que hace replantearse un ¿para qué? -"¿Para esto????" es la pregunta.

En esta encrucijada se encuentran los jóvenes hoy. No sólo ellos sino también sus familias. Y lo que se percibe tanto en ellos como en sus padres, es un gran desconcierto. Estamos hablando de una generación entera, capacitada, talentosa, con expectativas y empuje que no tiene lugar para desarrollarse y consolidarse. Estamos hablando de padres que no tienen respuestas para sus hijos, angustiados e inseguros por su propia situación laboral. Resignados a alentar a sus hijos hacia otros países con el afán de preservarlos. En muchos casos, incluso al revés, padres que parten sin sus hijos en busca de alguna esperanza de seguridad para la vejez y para no transformarse en una carga económica. En la lucha por la supervivencia se vuelve aun más difícil pensar con claridad.

Muchas veces este desconcierto lleva a tomar decisiones impulsivas, producto de la desesperación y de la crisis, buscando salidas mágicas o inmediatas. La "solución" más frecuente es "vía Ezeiza". En los primeros ocho meses de 2002, se multiplicó por diez la cifra de argentinos que emigran, respecto de 1999. Pero, ¿con qué marco se toma una decisión de tal envergadura?

Existen razones generales y otras muy particulares respecto a la decisión de irse del país. Se escuchan frases como:

"a Fulanito le fue bárbaro, a los diez días estaba trabajando",
"acá todo es imposible, son todos corruptos",
"si no tenés una palanca, no conseguís trabajo",
"me cansé de laburar por dos mangos",
"hay que quemar las naves y largarse a la aventura",
"para ser alguien tenés que irte",
"me voy ahora porque sino es tarde",
"quiero vivir en un país en serio".
Algunos han hecho la prueba de salir adelante en el país y otros ni siquiera lo han intentado.

Por otra parte, se escuchan cada vez más frecuentemente los testimonios de los que ya han emigrado, y relatan la compleja experiencia emocional que implica el desarraigo. "Necesito saber lo que pasa allá", "Tengo el corazón partido en dos", "Es más duro de lo que pensaba".

Desde TRAMA, la red psicológica y psicoanalítica de la cual formamos parte, hemos creado un espacio específico para la investigación y atención de estas problemáticas. Dentro de nuestra Area de Jóvenes Profesionales desarrollamos un nuevo Programa para la Toma de Decisiones, cuyo objetivo consiste en construir un proyecto profesional-ocupacional sólido, sostenido sobre pilares reales y conformado según la dimensión subjetiva, particular y única de cada cual. No tenemos una posición ideológica acerca de los beneficios o perjuicios de irse o quedarse. Acompañamos el proceso personal de la decisión tomando en cuenta su repercusión subjetiva. Consideramos las demandas, expectativas y fantasmas en juego, localizando los deseos y despejando las trabas que impiden su realización.

El proceso de la decisión es complejo. Y los actos tienen sus consecuencias y determinaciones. Ya lo dijo Borges: "no hay una sola de esas cosas perdidas que no proyecte ahora una larga sombra y que no determine lo que haces hoy o lo que harás mañana".

¿Me voy o me quedo?... es una primera forma de la pregunta. Para poder responderla satisfactoriamente es fundamental incluir en ella también todos los elementos que se encuentran en juego. Y esto no es sin angustia. En este punto es que nuestra red tiene algo que aportar.

Historias reales



(*) 2002 - Viviana Berger y Angel Apolo son Licenciados en Psicología (U.B.A), desempeñándose desde hace más de diez años en las áreas clínica y laboral. Pertenecen a "TRAMA - red psicológica y psicoanalítica" donde desarrollan en el área de Jóvenes Profesionales diversos programas de orientación.
E-mail: vivianaberger@hotmail.com / angelapolo@sinectis.com.ar


 

 

 

 

Historias reales

Caso Carolina (Sentirse extranjera en su tierra)

Carolina nació en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y por esas cosas de la vida, terminó estudiando Administración de Empresas en la Universidad de California. En principio su viaje surgió con el objetivo de perfeccionar su inglés pero una vez allí, gracias a lo que fue conociendo a través de compañeros de estudio, consiguió una beca para estudiar en la universidad y trabajos de verano que le permitían solventarse.

Ya graduada y con empleo en U.S.A., volvió al país. En el fondo, nunca había sido su idea emigrar ni vivir lejos de su familia. Tras siete años de ausencia, necesitaba retornar para afianzarse y esclarecer su mente. "Cuando me fui, no lo sentí tanto. Tenía 18 años y estaba ansiosa por conocer y vivir experiencias nuevas. Me adapté muy fácilmente. Hice amigos rápido y entre el estudio, el trabajo y el deporte, no me quedaba mucho tiempo para pensar demasiado. Estaba muy exigida y para poder cumplir con mis obligaciones, ponía toda mi energía. En cuanto tuve el tiempo y el dinero, saqué el pasaje de vuelta. El reencuentro con mi familia y mis afectos fue muy emocionante en un principio. Pero luego, las cosas se fueron complicando. Pasado el efecto sensible, las cosas empezaron a tomar otro color. El pueblo ya no es lo mismo para mí, a pesar de que el paisaje, las calles, la vida allí siguen igual. Mi visión ha cambiado. Y mis ambiciones también. No tengo tan claro qué es lo que quiero pero sé lo que no quiero".

Al momento de consultarnos Carolina compartía con su hermana un departamento en la capital. Se encontraba muy angustiada, hacía grandes esfuerzos por levantarse a la mañana y le costaba mucho salir a la calle. Se sentía diferente de la gente que la rodeaba y sólo se animaba cuando se comunicaba con sus amigos de Estados Unidos. No entendía muy bien cómo insertarse aquí y no tenía claro cómo quería encaminar su vida. En esta oportunidad y a esta altura quería tomar una decisión seriamente. Y no, impulsada por su malestar y las condiciones difíciles del país. Necesitaba reubicarse en su eje - y para ello, un espacio donde hacerlo. Las visitas al pueblo eran muy movilizantes. Sentirse extranjera en su tierra, también. A su vez, debía armar su curriculum y conseguir empleo. Este proceso le ayudó a poner en orden su experiencia en el exterior y discernir sus expectativas personales y profesionales. Progresivamente, su nivel de angustia fue disminuyendo y Carolina empezó a recobrar su seguridad como para reconstruir sus lazos. En un tiempo más breve de lo imaginado, estaba nuevamente en pie, con el objetivo en la mira y los elementos para alcanzarlo.

Caso David (Un lugar a donde llegar)

David se había sentido toda su vida más americano que argentino. Había nacido en el estado de Florida, en la misma ciudad que su madre. Vino aquí a los 4 años porque su padre era argentino y la decisión era vivir en Buenos Aires, una vez concluídos sus estudios. En su casa se conservaban las constumbres americanas, se hablaba inglés y asistía a una escuela de extranjeros. ¡Hasta tenía en su cuarto la bandera americana! Se vestía con ropa norteamericana y se relacionaba con norteamericanos. Comía waffles, hot-dogs y french fries. Ya graduado en la U.B.A., casado y tras unos años de trabajo aquí, decidió buscar allá nuevos horizontes. Ilusionado con encontrar al fin su lugar en el mundo, sufrió la experiencia más desconcertante de su vida. Todas las identificaciones que lo habían sostenido hasta entonces perdieron consistencia abruptamente y sin aviso. Si bien manejaba la lengua como un nativo y era familiar a los códigos culturales del país, vivía con un sentimiento constante de extraña ajenidad. Todo el tiempo se preguntaba si esa era la forma como quería vivir la vida: ¿en vasos plásticos y en un shopping? Extrañaba las largas conversaciones, el clima íntimo con amigos, los abuelos en la familia, la curiosidad por el resto del mundo, la conciencia de que existe otro mundo, el deseo de crear. Probó vivir en varias ciudades. Después de 10 años retornó al país en diciembre de 2001, uno de los meses más duros del último tiempo. Su felicidad y alegría por estar de vuelta resultarían insólitas e inexplicables para la gran mayoría de los argentinos. Sin embargo, David descubrió con una certeza que nunca jamás había sentido, que finalmente aquí estaba lo que él necesitaba para vivir.




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