EMPLEABILIDAD
¿Me conviene estudiar
un posgrado? Una pregunta
no tan fácil de responder como parece a primera vista. Lo que debe plantearse
cada uno a sí mismo. Los cuándo y los cómo.. Claves para
no equivocar el camino.
Hay un concepto que ya no se discute.
Cualquiera sea la actividad donde el ser humano utilice sus recursos intelectuales,
aplicables a sí mismo o a la comunidad, deberá estar al día
y capacitarse continuamente si desea lograr sus objetivos o, al menos, acercarse
lo mejor posible a ellos. Lo primero es definir con claridad
esos objetivos, pues nadie que razone acabadamente intentará ampliar sus
conocimientos sin saber para qué. Aunque obvio, este primer punto está
erizado de dificultades, tanto mayores cuanto menos experiencia se tenga en el
camino profesional. ¿Cómo
juzgar un posgrado? Un
posgrado no es solamente algo con título rimbombante y duración
muy prolongada para abultar artificialmente un curriculum. Debe ser un programa
minuciosamente elaborado por quienes poseen muchos y genuinos conocimientos, que
deben saber impartir. La absoluta seriedad de las instituciones educativas, y
su contrapartida, la falta de seriedad, han hecho, hacen y harán a su prestigio
o desprestigio, respectivamente, cuando afronten la responsabilidad de planificar
y poner en marcha un programa de posgrado. El interesado
en cumplirlo tendrá que analizar programas, dictado, contenido, posibilidades
de aplicación en el mercado, tendencias y demandas, y para esto es necesario
estar en ese mercado, informarse dentro y fuera de la empresa y tener contactos
con los centros de enseñanza. Todo esto debe tenerse en cuenta en el momento
de decidir sobre cuál es la materia en la que conviene profundizar conocimientos
o, si es el caso, "hacer un giro" en la formación para desarrollar una
actividad distinta al campo profesional de su título original. ¿Quiénes
DEBEN
hacerlo? Dicho de
otro modo: ¿a quiénes les conviene? No siempre es la mejor alternativa
para los "pichones" recién egresados con un título u otra formación.
Existen, para ellos, inclusive antes de terminar sus carreras, numerosas posibilidades
de realizar cursos no tan exigentes ni costosos como un "master". Con seguridad
serán útiles para completar su capacitación en esos momentos. Los
jóvenes no siempre están en condiciones de seleccionar y, especialmente,
saber aprovechar y aplicar una formación a nivel cuaternario, pues le falta
aún ese conjunto de conocimientos adquiridos en el terreno, que les permitirá,
en el futuro cercano, ir dándose cuenta, paulatinamente, de cuáles
son sus "puntos flojos", sus áreas oscuras, o el porqué de su falta
de respuestas a las exigencias de sus obligaciones o del mercado. Muchas
de las instituciones educativas, no recomiendan la inscripción en los posgrados,
a candidatos que no posean un determinado número de años de experiencia.
Esto no se debe a discriminaciones elitistas, sino a la estrategia de impartir
capacitaciones a quienes se hallen en las mejores condiciones de aprovecharlas.
¿Quiénes PUEDEN
hacerlo? Muy
distinta es la situación de quien es enviado por la propia empresa a cumplir
una capacitación de alto nivel frente a la de la que intenta hacerlo por
sí mismo. En el primer caso, el elegido es enviado
para que se capacite en asuntos de interés para la compañía,
y el gasto es total o parcialmente solventado por ella. El profesional ha demostrado
ser competente en su área, seguramente más que otros, y los conocimientos
que adquiera serán aplicados para métodos o técnicas que
mejoren resultados, para introducir nuevos conceptos en la organización,
etc. No ha sido seleccionado para "premiarlo" ni por predilecciones personales
(por supuesto, si las cosas se hacen como corresponde). Pero lo cierto es que
pudo cumplir el posgrado, sea en el país o en el extranjero. Pertenece,
pues, al grupo de "los que pueden hacerlo". Distinta y más
difícil es la situación de aquél que, cumpliendo las condiciones,
desea emprenderlo por su cuenta. Si es en el país, debe tratar de hacerlo
en horarios que no interfieran con su trabajo. Ello comporta, indudablemente,
un esfuerzo considerable, tanto mayor cuanto más extenso y exigente sea
el posgrado. Si debe cursarlo en horarios superpuestos o si es en el extranjero,
la obtención de la licencia (con o sin goce de haberes) puede ser la única
concesión que "premie" (aquí sí) su desempeño. En
el cálculo de los directivos entrará el concepto de la utilidad
que esto depare para la empresa, y que será un factor decisivo para el
otorgamiento del permiso. No se piense, pues, que la concesión será
gratuita, no especulativa. Se podrá ingresar al grupo de "los que pueden
hacerlo", pero sin duda con muchos condicionamientos.
¿Gasto o Inversión?
La diferencia entre un gasto
y una inversión (en tiempo, energía o dinero) está dada por
la finalidad que se busca y, en definitiva, por el resultado que se obtiene. Esto
puede ser canalizado positivamente si somos sensatos y estamos bien informados
en el momento de planificar. En principio, si el objetivo
a cumplir al seguir un determinado posgrado ha sido cuidadosamente meditado, si
ese objetivo se ha cumplido y si el resultado es bueno, no se dude de que se ha
hecho una inversión, aunque el precio (en tiempo, energía o dinero)
pueda parecer alto, si fuera el caso. Lo inverso habrá sido un simple gasto,
sin ningún provecho ulterior. Entonces, insistiendo,
diremos que la tarea emprendida será una cosa u otra según la condicionemos
a la experiencia previa (saber elegir), las posibilidades (económicas,
tiempo disponible), la perseverancia (cumplirlo en su totalidad) y su aplicabilidad
(real y no imaginaria). ¿Vale
la pena? En este
punto las opiniones están divididas. Desde los negativos hasta los entusiastas
hay toda una gama, cada uno aportando sus razones. Nosotros creemos que siempre
"vale la pena" emprender un posgrado, a condición de que se respeten las
recomendaciones antes analizadas. Pero hay un aspecto sobresaliente
y que suele ser razonable causa de dudas: ¿se otorga importancia en las empresas
a los títulos de posgrado, a los "masters", a los "cursos superiores"?
Si no es así, para qué el esfuerzo, si después no tendrá
influencia en las decisiones de los niveles directivos. O si, inversamente, habrá
que lamentar el no haber aprovechado la oportunidad de una capacitación,
que tal vez hubiera permitido mejorar la posición dentro o fuera de la
empresa. También en las empresas las opiniones son
dispares, y existen numerosas variantes en los criterios que siguen sobre este
asunto, dependiendo, entre otras cosas, de sus políticas, organización,
jerarquía, magnitud, estrategias y mentalidad de quienes las dirigen. No
creemos que ningún estudioso de estos temas pueda afirmar, con certeza,
que todas o la mayoría de las organizaciones se ajustan, en este sentido,
a pautas definidas, tanto en valorar como en no valorar las formaciones de posgrado. No
obstante, consideramos que, cumpliendo las condiciones y sopesando inconvenientes
y ventajas, debe optarse por emprender alguno de estos estudios, el más
apropiado para el interesado, aún a expensas de algún sacrificio. No
hacerlo es autonegarse. Hacerlo, si se supo elegir, es ampliar posibilidades.
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FUENTE: Extracto de
la nota homónima publicada en el Anuario Posgrados 1998/99 de Becas &
Empleos. Autor: Lic. Liliana Velarte, asesora de empresas en Recursos Humanos.
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